lunes, 5 de julio de 2010

En hirvientes aguas de impotencia mi espíritu y mi cuerpo ya no dan más de sí. Después de mucho andar, de mucho sentir, he llegado a esta decadencia final, dentro de cuyo radio mi vida se agita y tiembla.

Debo vivir en las cuatro murallas de tu recuerdo... y hoy más que nunca, por que tengo una confesión que hacerte. Que te diré con palabras silenciosas, por que me duele...

¿Ves, lo ves? ¡Es que quiero escapar a tu lado, huir sordamente como un criminal, por que tengo el temor de lo que has de decirme! Y, sin embargo, ya no estas aquí presente.

Estoy fatigado, hueco.